“La acogida al peregrino como tarea evangelizadora”. Comentarios sobre un artículo de D. Segundo Pérez López, Deán del Cabildo de la Catedral de Santiago, con motivo del IV Congreso Internacional sobre Acogida Cristiana y Nueva Evangelización (2016).
En el Antiguo Testamento, y en muchos otros textos sagrados, la hospitalidad se reconocía como un precepto obligatorio. Faltar a las normas de hospitalidad se consideraba un hecho grave. D. Segundo Pérez López, en un artículo sobre la “Acogida al peregrino como tarea evangelizadora”, nos recuerda que la acogida constituye como tal a la comunidad de los creyentes, porque nos conduce a la divinidad.
Cuando se acoge a otra persona, se la invita a formar parte del propio mundo, naciendo así un vínculo de afecto entre ambos, entre el huésped y el acogido. Acoger a alguien supone reconocer sus necesidades y su dignidad. El huésped tiene que lograr que el acogido sienta que ha entrado en su propio hogar, porque la acogida es de tú a tú, de persona a persona. Para que esto se produzca, el acogimiento tiene que convertirse en una verdadera celebración.
Entre los muchos pasajes bíblicos que podemos citar como apoyo de esta idea, uno de los más llamativos es el de la cena de Emaús. Porque en Emaús no solo se refleja al que nos encontramos en el camino, también personifica a Aquél en cuyo camino me pongo yo.
La acogida ha de ser incondicional y positiva. Ha de basarse en la autenticidad y la transparencia, se nutre de la honestidad, de la amabilidad, de la empatía con el acogido y de la escucha y el diálogo.
Los albergues y los hospitales del Camino son las obras que reflejan materialmente el espíritu de acogida que caracterizó siempre a la ruta compostelana, los establecimientos en los que el yo se convierte en nosotros.
La tradición cristiana nos enseña que cuando acogemos a un peregrino, en realidad, estamos acogiendo al Señor, que “no quiere ser servido más que en los hermanos”. Como D. Segundo Pérez nos recuerda, cuando se acoge de verdad: el espacio acoge, el lenguaje acoge y el corazón acoge.