Un recorrido por la ciudad de Santiago desde el siglo IX hasta el siglo XVIII
Antes de abordar la descripción de las calles y edificios que constituían el cuerpo principal de la Compostela del Medievo resulta conveniente resaltar un dato que incide directamente en la configuración y desarrollo de las urbes medievales y es que la administración eclesiástica, ya desde la crisis del Bajo Imperio Romano, asume paulatinamente las funciones que hasta entonces habían estado reservadas al poder civil. En el caso concreto que nos ocupa, esto implica que Santiago, sede de la residencia del obispo desde 1095, no sólo se convierte en el centro de culto de la diócesis, sino que también ejerce el papel de capital administrativa de la zona, lo que se traduce en el desarrollo de una fluida red viaria o de comunicaciones y en una dinámica constructiva continua, motivada también por el incremento demográfico de la población.
Por otra parte, la concesión de sucesivos privilegios a la villa (Alfonso II en 834, Ordoño II en 915, Alfonso V en 1019, etc.), fundamentada en el prestigio de la Inventio, favoreció el asentamiento de numerosos individuos provenientes del medio rural.
Los campesinos, al mudarse a la ciudad, conseguían evadirse de la servidumbre, modificando su condición jurídica, lo que explica, en buena parte, que ya se le aplicase el topónimo de Compostela al naciente burgo en una fecha temprana (mediados del siglo X), aludiendo a las numerosas construcciones que se iban edificando en Santiago, puesto que “composita” indica que nos encontramos ante un lugar “bien edificado”.
Así pues, entre los siglos IX y XI, comienza a organizarse y desarrollarse la futura ciudad de Compostela. El descubrimiento del sepulcro del Apóstol exige que se instaure y mantenga un culto continuado a las reliquias. Esto, a su vez, implica una custodia de los restos y unos servicios para atender al personal encargado de esa función. Poco a poco, se va aglutinando en la zona un pequeño núcleo de población que instalará alrededor del locus un mercado y una serie de establecimientos de primera necesidad, lo que incluye unas murallas defensivas. Lógicamente, todo esto implica edificar viviendas.
El proceso se consolida entre los años 1000 y 1300. En el año 1105, la reina Urraca ya califica de ciudad a la población. Resulta también lógico, porque en el siglo XII ya tenemos noticias detalladas acerca de un gran número de estructuras urbanas.
En este siglo, el perímetro de la ciudad está perfectamente definido y el concepto de afueras también: el Calixtino nos informa que existen instalaciones para atender a los peregrinos entre el Sar y el Sarela. Otras fuentes aluden al Monte do Gozo como un lugar cercano a Santiago y Santa María de Conxo se describe como un edificio que no está lejos de la ciudad. Por otra parte, la Historia Compostelana, al referirse a las reuniones del Concejo Abierto, especifica que se celebraban en la Iglesia de Santa Susana, conocida desde antiguo como Otero de Potros.
Los núcleos dispersos de población, los llamados vici, se han integrado, en mayor o menor medida, en la ciudad: Lovio, Pinario, la Praza do Campo (hoy la Plaza de Cervantes), Vilar, Vico Francorum y el Vico Novo.
Es la época, también, de las murallas de Cresconio, que con sus siete puertas definen un espacio urbano muy concreto, lo que no impide que la población siga creciendo al otro lado de las murallas.
Las calles se organizan de acuerdo con criterios económicos, agrupándose las profesiones similares en los mismos barrios.
Los comerciantes y mercaderes se arremolinan en las Algalias, en la Porta do Camiño, en la Rúa Camiño, en la Praza do Campo y en la Rúa da Moeda (hoy conocida como Azabachería).
En esta última se instalan también los cambistas, con sus mesas y sus huchas, y la Casa de la Moneda. La Plaza del Paraíso, fachada norte de la catedral, agrupa también en las cercanías a los concheiros y vendedores de emblemas. Este sector de los concheiros se reglamentó estrictamente a partir del siglo XIII y tenía una vinculación muy especial con las instituciones eclesiásticas. Los azabacheros y concheros constituyeron un gremio propio y 28 de sus tiendas eran de gestión capitular en el siglo XII. El resto se alquilaban. Tenemos noticias que aseguran que ya en el año 1200 se perseguía a los falsificadores. La advocación del gremio era la de San Sebastián.
También podemos encontrar en estas calles a algunos trabajadores del cuero y a los vendedores de especias, consideradas productos exóticos en esta época. Esta presencia de mercaderes y cambiadores atraerá a algunos miembros de la burguesía urbana a esta zona. Podemos citar, entre otras viviendas, la de los Moscoso de Altamira.
Los artesanos, herreros y carpinteros se agrupan en Mazarelos, en la Rúa dos Ferreiros, en Sequelo y en la Rúa do Preguntoiro. Esta última calle, con mucho movimiento, confluía en la antigua Praza do Campo (hoy, Cervantes), y por eso se instaló el pregón en ella. La palabra Preguntoiro deriva de Preconitorium, es decir, el pregón. Años más tarde, las noticias se propagarán en la más concurrida Plaza de la Quintana.
En la Praza do Campo también se vendían los alimentos y las mercancías de primera necesidad y en ella se exhibían los pesos y medidas oficiales que regían las transacciones comerciales de la ciudad.
Los sastres, zapateros y correeros se ubican en Porta Faxeira y en la Calle Fageyras. Y el artesanado de mayor consideración, en la Rúa Nova, en la Rua do Vilar, en la Rúa Conga y en la Fuente do Franco. En estas últimas calles encontramos también a clérigos, notarios y a algunos miembros de la hidalguía.
Los carniceros se encontraban en la Rúa do Vilar y en la Praza do Campo (como ya habíamos apuntado antes), y las pescaderas, en la Plaza de la Quintana. Los panaderos se encontraban diseminados en varios hornos de la ciudad. El principal horno capitular se hallaba en la esquina de la Rúa da Conga, en una calle denominada precisamente Rúa del forno da Conga. Otros eran el de San Martín, el de la Rúa de Algara (ya en 1313), el de la Rúa da Pena, el forno de San Miguel, etc. En el siglo XV, estos hornos, incluidos los de las casas particulares, proliferaron por bastantes barrios de la ciudad.
En el entorno catedralicio más cercano se ubicaban los plateros. En las tiendas que se encontraban en los arcos de la conocida como Platería dos Ourives y en la zona de la Quintana comprendida entre la Puerta Santa y la meridional de la catedral.
En Hortas y Trinidad comenzaba el cinturón agrario que rodeaba y aprovisionaba a la ciudad entre los siglos XII y XIII. En general, los mercados configuraban los espacios centrales de Compostela. En el de Mazarelos se vendían los vinos de Ulla y Ribeiro y los cereales castellanos. Otros dos mercados, como hemos visto anteriormente, eran los de Cervantes y la Quintana. Las quintanas o plazas se reservaban para estas tareas y para actividades religiosas y políticas. La que hoy conocemos como Plaza de la Quintana comenzó sirviendo como cementerio para clérigos y personajes relevantes y terminó configurándose como plaza pública en el siglo XVIII. En el sur de la plaza se erigió el edificio de la Canónica y en el norte una notaría y las primeras casas consistoriales.
Cuanto más cerca se instalaban los vecinos de las murallas más baja resultaba ser su condición social. Dejando a un lado esta circunstancia, todos los habitantes se encuadraban como vecinos del municipio, organizándose en diez parroquias urbanas estructuradas de forma radial. Estas parroquias servían tanto para prestar servicios religiosos como para recaudar impuestos. Las parroquias eran: San Juan Apóstol, San Juan Bautista, San Andrés, (estas en la catedral), la Corticela, San Benito del Campo, San Miguel de Cisterna, Santa María del Camino, San Fiz, Santa María Salomé y San Fructuoso.
Por los documentos que recogen las transacciones inmobiliarias sabemos que las casas eran las que daban forma a las calles y a las plazas. Podían ser de planta baja (chas o terreas), o de dos plantas (soto y sobrado). Las de tres alturas eran muy escasas, ya que se consideraban una amenaza para las torres defensivas. Los solares, por lo común, medían 4m de ancho por 8m de largo y podía añadírseles una cortiña, un espacio adyacente dedicado a la recolección hortofrutícola o destinado a albergar caballerizas o animales de corral. Los hidalgos, en cambio, construían sus casas siguiendo el modelo de los pazos gallegos y añadiéndoles alguna que otra torre. En general, se regulaba escrupulosamente el tamaño de las casas, el de los solares, el alineamiento de las fachadas y la altura de los edificios con el fin de organizar los espacios públicos adecuadamente.
Solían incluir muros medianeros y fachadas de piedra hasta la primera planta. El resto se construía de madera. La techumbre se apoyaba en pontones y ripias y, a veces, los sobrados se apoyaban en columnas, dando lugar a soportales (como podemos apreciar en una de los pocos vestigios medievales en la Rúa Nueva, números 29 y 31). También poseemos algunos documentos aislados que nos informan acerca de balcones y ventanas de madera.
La planta baja se reservaba normalmente para tiendas, talleres, almacenes o bodegas. En la parte superior se organizaban las cámaras y la cocina.
Sabemos que la Iglesia compostelana poseía 270 inmuebles y participaciones en otros 80. Además de ésta, los grandes propietarios de Santiago fueron el Monasterio de San Martín Pinario, Santo Domingo, Santa Clara y las cofradías más influyentes. Los cambiadores, plateros y los comerciantes de más alta estima solían ser dueños de sus viviendas. El resto de los tenderos, artesanos y vecinos vivían de alquiler.
No nos extendemos acerca del edificio de la Catedral porque su historia resulta demasiado dilatada para un trabajo centrado en los edificios del entramado urbano, pero sí destacamos que el arzobispo Juan Arias retiró el antiguo Monasterio de Antealtares del espacio de la Quintana hasta el emplazamiento donde hoy se encuentran las monjas de San Paio. También inició las obras del proyecto de catedral gótica, cuyos arranques podemos encontrar bajo las escaleras de la plaza. Las reformas de Berenguel de Landoira también afectaron a la ciudad, especialmente en el entorno catedralicio, que adquirió un aspecto defensivo.
La peste negra dejó su huella en la ciudad en aspectos organizativos, pero no arquitectónicos, aunque sí es cierto que imprimió nuevas costumbres en el ámbito funerario (laudas dedicadas, cementerios nuevos, etc.)
En cuanto a los edificios de gran calado, el Monasterio de San Martin Pinario se edificó en el siglo XIII. El de San Francisco, en 1214, probablemente a causa de la peregrinación del santo. El de Santa Clara en 1270. El de Bonaval ya existía en el año 1220, pero estaba dedicado a Santa María (fue en el siglo XIII cuando se impuso la advocación de Santo Domingo). Por último, el Monasterio de las Dominicas de Belvis se terminó en el siglo XIV.
Aparte de los espacios que se habían reservado para atender a los clérigos enfermos y ancianos de la congregación compostelana, el primer Hospital de Santiago del que tenemos noticia es el que construyó el obispo Sisnando en el año 900 para atender a los hombres y mujeres laicos que eran familiares de miembros de la iglesia. Este edificio, de pequeñas dimensiones, se incluyó dentro del primer recinto amurallado, frente a la puerta norte de la primitiva basílica de Santiago, donde desembocaba el Camino. Gelmírez construirá otro en una casa situada al final de la Rúa da Moeda. Y en la Rúa Francígena, a mediados del siglo XII, la Orden del Santo Sepulcro abrirá otro en la que hoy conocemos como calle de Jerusalén, que se unirá al de la Rúa do Ciquelo, gestionado por monjes de Celanova.
A 2 km de la ciudad se encontraba San Lázaro, el establecimiento para leprosos, lázaros, malatos o gafos, como se les llamaba en la época. En el Camino de Padrón se alzaba el de las mujeres, Santa Marta.
LIBROS Y OBRAS DE CONSULTA:
Historia de la ciudad de Santiago de Compostela. Coordinada por Ermelindo Portela. Consorcio da Cidade de Santiago de Compostela. 2003. Capítulo III: El afianzamiento de la realidad urbana después del año 1000. Xosé Armas Castro.
Evolución histórica y urbana de Santiago de Compostela. Plan Especial de la Ciudad Histórica de Santiago de Compostela.
Una historia urbana. Compostela 1595 – 1780. Rosende Valdés, 2004. Concello de Santiago. Algunos de sus contenidos se recogen en Evolución urbana de Santiago de Compostela. Editado por el Grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España, Comisión de Ciudad y Patrimonio con la colaboración del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
El patrimonio arquitectónico del cabildo compostelano en la Edad Media: la dote de Diego Gelmírez. Miguel Ángel Cajigal Vera. Universidad de Santiago de Compostela. 2010.